En los últimos años, la creciente digitalización de nuestra vida cotidiana ha hecho que dependamos de forma casi absoluta de la energía eléctrica.
En este contexto, recientes debates sobre la posibilidad de un apagón electrico en España, un corte masivo y prolongado de electricidad y servicios digitales, han encendido las alarmas sobre la fragilidad de nuestra infraestructura energética.
Si bien algunos expertos consideran que un apagón de grandes dimensiones en España es improbable, no es imposible.
La interconexión de redes eléctricas, la dependencia de fuentes de energía externas y el aumento de ciber amenazas a infraestructuras críticas hacen que la posibilidad de una disrupción merezca atención.
Si «con nada» es decir, sin que medie un gran desastre natural o conflicto, puede colapsar la red eléctrica, cabe preguntarse: ¿qué sucederá cuando el parque automovilístico dependa mayoritariamente de coches eléctricos?
Actualmente, los vehículos eléctricos (VE) se presentan como una solución necesaria para avanzar hacia una movilidad sostenible. Sin embargo, su viabilidad a gran escala depende totalmente de la estabilidad y capacidad de la red eléctrica.
Un fallo eléctrico dejaría no solo hogares y hospitales sin energía, sino también a millones de vehículos inmovilizados. La autonomía de los coches eléctricos, aunque en constante mejora, sigue siendo limitada; sin acceso a puntos de recarga, el transporte personal y comercial se vería gravemente afectado.
Este escenario revela una vulnerabilidad importante, el futuro «electrificado» de la movilidad debe ir acompañado de una planificación energética robusta.
Será esencial diversificar las fuentes de generación, invertir en almacenamiento de energía, proteger las redes contra ataques y fallos, y mantener soluciones de respaldo. De lo contrario, el sueño de una movilidad limpia podría transformarse en una pesadilla de parálisis social en caso de una gran falla energética.
El debate sobre el apagón no solo es técnico, sino profundamente estratégico, debemos preguntarnos si estamos construyendo una infraestructura suficientemente resiliente para soportar la dependencia eléctrica total.
El futuro sostenible no puede basarse únicamente en la esperanza de que «todo irá bien»; debe apoyarse en la prevención y en la capacidad de respuesta ante las crisis.